Mauricio Dova

El Malo de la Película

La política tiene, como en aquella película de vaqueros, lo bueno, lo malo y lo feo. Lo bueno siempre está rodeando al éxito, al ganar una elección, a tener la posibilidad de cambiarle para bien la vida a nuestros vecinos, a sentirse útiles para algunos, o a sentirse importantes para otros. Lo malo viene de la mano con dejar un cargo: ver como gente que necesita el trabajo y te ha acompañado durante mucho tiempo se queda de la noche a la mañana sin sueldo porque otros ocuparán ese lugar, ver que los pocos que quedan por miedo al apriete de los nuevos jefes te saludan de manera diferente, casi desconociéndote para conservar su trabajo. 

Lo feo de la política es lo que llaman internas; las luchas intestinas, las ambiciones, los serruchos interminables, los chupamedias y los aduladores seriales a plazo fijo, que giran en derredor hasta que se te acaba el poder, los canallas que hablan por la espalda y los operativos de prensa a los que, cuando asomas la cabeza, inevitablemente vas a sufrir. 

También la política tiene roles; Algunos nacen con la suerte de ser tocados por alguna varita mágica que los transforma en encantadores y a fuerza de sonrisas y besos, de palabras suaves y de caras de buenos se transforman en líderes. A otros les toca acompañar, resignando egos para no empañar al jefe. Pero para que el hombre elegido como líder llegue, alguien también tiene que preparar el camino, ser un Juan el Bautista pregonando en un desierto para que cuando llegue el Mesías haya gente que lo escuche. Después está el rol de malo, ese que se despeina para que otros salgan peinados en la foto, esos que tienen el desagradable rol de decir todos los no, reservando para el líder los si. Son esos que arriesgan a tener imágenes negativas para que el jefe la tenga positiva, son los que van socavando a fuerza de críticas al adversario para que el candidato propio diga lo obvio sin jugarse por nadie ni definirse por nada. Es una tarea insalubre que requiere lealtad reciproca, que requiere de que el que llega pueda después sostener al que dejó jirones en el camino y se llenó los pies de barro para que el candidato encuentre un camino sin espinas. 
A veces pasa que el que cumple esos roles pasa a ser una pesada carga para el conduce y recomendando por los que llegaron después, suelta la mano del que mucho hizo por él, y el malo entra en desgracia, comienza el operativo ninguneo y los teléfonos, eso que siempre llamaban dejan de sonar, para llenarnos de soledad y silencio. 

Mauricio Dova, predicador como pocos de quien hoy es intendente, hombre que pagó caro su lealdad de una sola mano, un malo de corazón blando o un blando con coraza de villano, según el cristal con que se mire.

Agradecemos la colaboración de amigos y familiares de Mauricio Dova, la música de Deolinda Sosa y de Peces de Hielo.


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